Nuestro Señor Jesucristo, al venir al mundo, vino a un mundo de pecadores, Él era y es Dios, es perfecto, estaba en la Gloria, pero el amor lo hizo venir.
Nosotros no podemos más que agradecerle y darnos a Él, así como Él se dio a nosotros, pobres pecadores.
El nacimiento de Jesús nos recuerda que, aunque tenemos habilidades, puestos, lugares de honor, incluso Dios vino a hacerse pequeño.
¿Quiénes somos nosotros para no hacernos pequeños? Nuestra flaqueza de fe, nuestra pobre esperanza, no es nada comparada al enorme poder y majestad de Dios.
Esta taza del nacimiento del niño Jesús nos recuerda su grandeza, porque solo los verdaderos grandes están dispuestos a hacerse pequeños.
Señor, ayúdanos a seguir tus pasos de humildad.
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